NUESTRAS VOCES
-
Azar, calendarios y afectos
-
Por Beba Mautner (Psicopedagoga)
¿Situaciones de sincronicidad, coincidencia, azar o destino? Tal vez, no sean tan importantes como tales, como si lo es rescatar a través del tiempo lo más significativo de nuestro camino, como por ejemplo mi paso por el Green House y el San Javier.
Haciendo historia, cuando a fines de 1974 me inscribí en un concurso docente en Sanidad Escolar tuve la posibilidad después de un tiempo de optar entre tres escuelas. Esa elección se constituyó en el comienzo de mi relación laboral y afectiva con el Green House/San Javier. Relato la circunstancias: el 2/5/76 llegué a la Escuela de Educación Especial N 4 elegida simplemente por distancia y horario, allí conocí a su directora Chicha Paz, madre de María Luz.
Ese día había nacido su nieta María y en el patio se respiraba un clima especial de alegría que al principio no comprendí demasiado. La escuela quedaba en la esquina de Nicaragua y Bompland, casi enfrente de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, hoy tan nuestra y entonces tan desconocida para mí y para la mayoría de todos nosotros.
El 22 de abril de 2010 mientras celebrábamos con una misa en esa misma iglesia los 20 años de la creación del San Javier, nacía Zoe, bisnieta de Chicha, nieta de María Luz e hija de María, quien el día de su nacimiento había marcado el comienzo de este vínculo tan significativo con este colegio. Agregando algo más a la historia: A los pocos meses de mi llegada a la escuela de Educación Especial, ascendieron a Chicha Paz a Directora Nacional de Educación Especial y tuve la oportunidad de acompañarla en el Ministerio de Educación durante varios años como coordinadora de Psicología Educacional. Personalmente me enriquecí muchísimo con diversas experiencias y fue un momento muy gratificante en mi vida laboral y personal.
Cuando Ángela y María Luz se conocieron y se asociaron seguí muy de cerca el proyecto de creación del Green House y del Instituto de Inglés. En 1986 cuando el Green House crecía y crecía decidieron organizar el Gabinete Psicopedagógico, ofreciéndome esa oportunidad.
Al principio se hizo realidad a través de una asesoría psicopedagógica para mejorar la articulación jardín-primaria y en 1987, cuando llegó Marcela Mendizábal, hoy directora y psicopedagoga del jardín, organizamos juntas el Gabinete. Hace veinte años con la creación del San Javier nuestro trabajo tuvo su continuidad en el colegio primario para varones y posteriormente para mujeres.
Con la apertura del secundario para favorecer el trabajo en equipo, el Gabinete pasó a integrar el Departamento de orientación, donde trabajamos estrechamente con su rectora María Lucía, con el grupo de profesores tutores, con el equipo de orientación vocacional, cerrando así el ciclo iniciado, en el Green House, en mi caso hace 24 años… Beba Mautner. -
Al evocar los primeros días en el San Javier, vienen a mi mente momentos vividos en una familia. Yo empecé a trabajar en el Colegio en 1991, cuando se abría su primer segundo grado. Había solo dos grados y en ese momento creo que había más personal que alumnos. Yo era muy joven, me había recibido hacía unos pocos años y el Colegio me enseñó mucho y me dio la oportunidad de adquirir muchísima experiencia y crecer en mi profesión. No solo me vio crecer como profesional sino también como persona. Trabajando en el colegio me casé, tuve a mi hijo y el colegio siempre estuvo presente.
San Javier ha crecido enormemente. Cambiamos a un edificio que fue construido para colegio y además se incorporaron las mujeres – en un principio era sólo una institución para varones- y, al crecer tanto, debimos aprender a trabajar de otra manera, aprendimos a organizarnos y desarrollamos mucho el trabajo cooperativo entre todo el personal. Los alumnos también cambiaron.
El desarrollo de las nuevas tecnologías hicieron que los chicos vinieran mucho más informados y con otras inquietudes y eso nos llevó a cambiar nuestra forma de enseñar adaptándola a las nuevas necesidades. También la sociedad cambió mucho y eso se refleja en los chicos. Rescato fuertemente la libertad para trabajar y la contención que me brinda la institución.
Pero, en relación a los alumnos, también subrayo la importancia y el conocimiento profundo que se tiene de cada uno de ellos en el San Javier y de las situaciones particulares y la contención que se les brinda. El trabajo en grupo es otro rasgo distintivo. Al igual que en un rompecabezas, todos los miembros del San Javier son partes importantes de esta gran familia. Estoy profundamente agradecida al colegio por las posibilidades que me brindó en mi carrera, y, fundamentalmente, siento que soy parte de una familia y que formamos un grupo humano sensacional. -
Me acuerdo de mis nervios al desembarcar en el San Javier ya que era mi primera experiencia como Psicopedagoga. Todas mis superiores fueron siempre muy cálidas conmigo y se tomaron el tiempo necesario para explicarme lo que debía hacer.
La Escuela Primaria y el Colegio Secundario no existían todavía cuando llegué, yo era muy joven y el Jardín no funcionaba dónde está actualmente. Las maestras eran muy entusiastas y se trabajaba en un clima relajado y de mucho compañerismo,eso es lo que más recuerdo.
Si uno observa la evolución y el paso del tiempo, debe admitir que la institución creció muchísimo ya que ahora tiene los tres niveles y dos edificios. El Jardín es oficial, antes no lo era y si bien sigue preparando alumnos para ingresar a otros colegios, la gran mayoría continúan su escolaridad en San Javier.
Los alumnos son distintos a los de mis inicios, se adaptan más rápido dado que la gran mayoría de las madres trabaja y el arribo al Jardín no es tan espinoso. Los avances tecnológicos hacen que los chicos estén más informados, tengan otras inquietudes y sean cada vez “más despiertos”. Creo que eso nos exige más.
Me doy cuenta que no era consciente del tiempo que hacía que yo trabajaba en el Jardín hasta que los padres empezaron a dirigirse a mí con un respetuoso “usted”, sin tuteo. Pensar que cuando empecé, era más chica que los padres de los alumnos, después tuve la misma edad que ellos y ahora, algunos son apenas más grandes que mis hijas. Ese es el mágico paso del tiempo. El clima de solidaridad y alegría en el que trabajamos es lo que más rescato de esta casa. Somos como “una pequeña-gran familia” en la que todos cumplen su función, pero sin descuidar las relaciones afectivas de sus miembros. -
La verdad que me cuesta recordar algo en particular de mis primeros años en el San Javier como alumna. Los recuerdos emergen como borrosos, pero nunca voy a olvidar los granaderos y sus trompetas. El edificio que era solo de mujeres y tenía tan solo un piso. Mi primera maestra de inglés, Miss Verónica -ya no trabaja más en el colegio- y mis compañeras que en ese momento era todas nuevas y ninguna se conocía con ninguna porque el colegio de mujeres recién se estrenaba aparecen como lo más nítido de aquel pasado lejano.
Otra imagen imborrable es la cancha de tenis de mesa, que había en el patio y que, por supuesto, generaba tantos conflictos que se dejó de usar. La cantidad de “frutillas” que me hice jugando en el patio del colegio. Y como en mi época estaba de moda el aro, recuerdo el patio lleno de chicas haciendo el “ula-ula”.
Cuando llegué aquí yo era una niñita -aunque lo sigo siendo en el fondo- pero en ese entonces, tenía tan solo 11 años y todo en la institución era nuevo. El uniforme, los maestros, las aulas, yodo. Era un proyecto, pero nadie tenía en claro si iba a funcionar. Los almanaques iban pasando y hubo muchos cambios: a las chicas nos mezclaron con los varones, se dividió Primaria de Secundaria, hubo profesores que se fueron y profesores que entraron.
Y hoy día, pasaron 10 años desde que entré. En la actualidad, el colegio en muchos aspectos se vé sólido, crecido, maduro. Y en otros, pienso, debe seguir desarrollándose, experimentando.
Como todo alumno, cuando estaba en ese rol, siempre pensé que el colegio estaba equivocado en muchos aspectos y hoy día ocupando otra función en la institución, entiendo a los maestros y a los directivos. Ya crecida, entendí que no es tan fácil lidiar con los alumnos, y que enseñar no es siempre consentir, ni decir que sí.
¡Qué lindo haber podido estar en su momento del lado del alumno yahora estar cumpliendo otro rol, casi como docente y comprender tantas cosas que antes no entendía!.
Pero creo que todo ha cambiado mucho. No solo cambiaron los alumnos, sino que la sociedad, el mundo, todo...Pienso que los alumnos vienen hoy con una necesidad muy grande de afecto, de contención. Se encuentran desde chicos con situaciones que los desbordan, problemas que los lastiman mucho, heridas que los marcan. La sociedad que va a mil por hora, que no deja espacio...
Creo que todo eso hace un complemente para que los alumnos estén en cierto modo sobre-informados pero al mismo tiempo muchas veces muy desorientados. Están muy llenos, pero al mismo tiempo muy vacíos.
Poder enseñar, educar, en una sociedad y con unos alumnos que vienen más complejos que nunca! Realmente esta tarea es inabarcable, pero creo que vale la pena.
Es nuestra vocación y aunque sea difícil, le vamos a poner todas las pilas. En definitiva, sostengo que los seres humanos que trabajan en la institución es lo más valioso. Su amor, sus valores, sus proyectos, sus ganas de entregar todo por lo alumnos, sus esfuerzos, los sacrificios que hacen tantas veces para que los chicos estén bien y aprendan.
Realmente creo que en el colegio hay buenas personas. Que tratan de hacer el bien, no solo dentro de la institución sino en todos lados y eso es lo más importante. Encontrar docentes que tratan de ser coherentes, alegres, justos, generosos, en el aula y en su vida.... Y eso, ¡es lindísimo! -
De nuestros primeros días en la Primaria del San Javier recordamos los nervios de cambio de colegio. Había algunas caras conocidas del Green House, pero en general todo era nuevo. Demasiado nuevo.
Fuimos alumnas del colegio desde que abrió sus puertas para mujeres hasta que nos recibimos, pero cuando terminamos nuestro ciclo nos llamaron para trabajar. Yo, Agus Maga, fui a la biblioteca y Cande ingresó como auxiliar.
El colegio al principio tenía pocos alumnos y eso hacía que nos conociéramos entre todos. También estaban separados varones de mujeres en edificios diferentes.
En ingles de Primaria había otros directivos y en el área de castellano estaban las mismas directoras que hasta este año. En ese momento eran nuestras directoras y ahora son nuestras jefas, a las que se les unió Andrea.
Resaltamos del colegio su excelencia académica, el muy buen nivel de inglés que nos ayudó y preparó para la vida universitaria.
Bajo el signo del crecimiento y los cambios
Por Marcela Mera (Directora de Inglés de Primaria)
Somos una pequeña gran familia
Por Marcela Mendizábal (Directora de Green House Kindergarten)
Generosidad en las aulas y en la vida
Por Agustina Fernandez Nicola (Ex alumna, ahora bibliotecaria)
Crecimos, egresamos y nunca nos fuimos
Por Agustina Maga y Candelaria Rojas (Ex alumnas, ahora bibliotecaria y auxiliar respectivamente)